Avisos y consideraciones

¿Porqué la FIAKA es libre de alcohol y drogas?

Sobre el alcohol y el uso de drogas en la FIAKA

Nosotrxs no concebimos el anarquismo como una matriz ideológica, generadora de dogmas y preceptos incuestionable e inamovibles, por el contrario, lo vivimos como una multiplicidad de diásporas que germinan en diferentes contextos dando paso a prácticas anárquicas singulares y creativas, que florecen y marchitan constantemente, teniendo como un único tallo la lucha contra toda forma de poder y dominación. En este sentido, el capital hermanado con la actuación del Estado, nos ofrece una serie de productos y dispositivos para mantenernos cautivos y en control, tal como ocurre con las “drogas” y el alcohol; si bien, sabemos que la connotación de “droga” atiende a aspectos históricos y sumamente contextuales ligados a una noción de moralidad y legalidad, también tenemos claro los usos políticos que de esta se desprenden, donde el objetivo mayoritario es la contención y coerción del sujeto.

Respecto al alcohol ocurre una situación similar, no obstante, el contexto es el que genera los usos, apropiaciones y disgregaciones que ocurren alrededor de esta bebida. En la actualidad, no solo su consumo es el que produce polémica al igual que cualquier droga, sino lo que esconde su producción, como el despojo de tierras, los paisajes de violencia generados y una hecatombe de muerte que fluye en sus senderos. Pensar en un sujeto culpable por el mero hecho de beber, inhalar, inyectarse o fumar, no parece ser la mejor vía de confrontación a la experiencia social que se desprende en la maquila de estas sustancias; tampoco creer que la reconfiguración de su producción y los paradigmas legales y morales que les enmarcan es la solución.

Aterrizando las experiencias encarnadas y compartidas, no se puede llegar a una resolución definitiva sobre el uso de las sustancias que alteran los estados de conciencia, pues en casos particulares bajo otras determinantes socioculturales, han fungido como caminos para la apropiación y sanación del cuerpo, fuera de los parámetros occidentales. Sin embargo, en geografías como las que constituyen América Latina, su producción y consumo son prácticamente sinónimos de una maquinaria destructiva, a la cual, nosotrxs como anarquistas repudiamos y hacemos frente en la medida de nuestras posibilidades.

No hay droga dura o blanda bajo la ética anarquista que concebimos, solo hay experiencias sociales de muerte y, en una medida muy baja, experiencias ligadas a una proxemia con nuestrxs cuerpxs. Evitar caer en prácticas reformistas, que legitimen su consumo sería una vía cómoda de pensamiento y actuación, pero es una respuesta sencilla y propia de la ciudadanía que solo busca crear letanías que apacigüen su malestar de manera indirecta.

Ahora bien, la FIAKA al estar pensada como un llamado a re-impulsar el deseo por la revuelta y la desobediencia, potenciándonos individualmente en un encuentro colectivo fuera de la mancha urbana, no creemos necesario la ingesta de ninguna sustancia que nos disocie de esta experiencia. El apostar por un encuentro fuera de las mismas lógicas de lo que se pudiese esperar de la ciudad, también es una forma de confrontación a la realidad de violencia que pareciera ahogarnos.

Zarpar y navegar en la tempestad a ciegas es algo propio del devenir ético anarquista que en los últimos años se ha ofuscado por la comodidad que ofrece la urbe, el Estado y el capital. Un bar, una cantina, una pulquería, una escuela, un centro social/cultural financiado instituciones públicas o inversionistas particulares, jamás podrá ser fuente de desobediencia, a lo más, será una pantomima y solo en algunos momentos, como dentro de una toma o encuentro particular, podrá devenir subversiva.

Por tanto, sin caer en un dogmatismo, sectarismo y sobre todo en un moralismo cuasi cristiano, invitamos a que quien quiera sumarse a la FIAKA a no consumir sustancias de este tipo durante el encuentro. Si por el contrario, su impulso y vitalidad recae en la ingesta de estas para la inmanencia de su ser, le recomendamos se quede en la ciudad a continuar con su cotidianidad y nos espere a nuestro regreso.

Nosotrxs no concebimos el anarquismo como una matriz ideológica, generadora de dogmas y preceptos incuestionable e inamovibles, por el contrario, lo vivimos como una multiplicidad de diásporas que germinan en diferentes contextos dando paso a prácticas anárquicas singulares y creativas, que florecen y marchitan constantemente, teniendo como un único tallo la lucha contra toda forma de poder y dominación. En este sentido, el capital hermanado con la actuación del Estado, nos ofrece una serie de productos y dispositivos para mantenernos cautivos y en control, tal como ocurre con las “drogas” y el alcohol; si bien, sabemos que la connotación de “droga” atiende a aspectos históricos y sumamente contextuales ligados a una noción de moralidad y legalidad, también tenemos claro los usos políticos que de esta se desprenden, donde el objetivo mayoritario es la contención y coerción del sujeto.

Respecto al alcohol ocurre una situación similar, no obstante, el contexto es el que genera los usos, apropiaciones y disgregaciones que ocurren alrededor de esta bebida. En la actualidad, no solo su consumo es el que produce polémica al igual que cualquier droga, sino lo que esconde su producción, como el despojo de tierras, los paisajes de violencia generados y una hecatombe de muerte que fluye en sus senderos. Pensar en un sujeto culpable por el mero hecho de beber, inhalar, inyectarse o fumar, no parece ser la mejor vía de confrontación a la experiencia social que se desprende en la maquila de estas sustancias; tampoco creer que la reconfiguración de su producción y los paradigmas legales y morales que les enmarcan es la solución.

Aterrizando las experiencias encarnadas y compartidas, no se puede llegar a una resolución definitiva sobre el uso de las sustancias que alteran los estados de conciencia, pues en casos particulares bajo otras determinantes socioculturales, han fungido como caminos para la apropiación y sanación del cuerpo, fuera de los parámetros occidentales. Sin embargo, en geografías como las que constituyen América Latina, su producción y consumo son prácticamente sinónimos de una maquinaria destructiva, a la cual, nosotrxs como anarquistas repudiamos y hacemos frente en la medida de nuestras posibilidades.

No hay droga dura o blanda bajo la ética anarquista que concebimos, solo hay experiencias sociales de muerte y, en una medida muy baja, experiencias ligadas a una proxemia con nuestrxs cuerpxs. Evitar caer en prácticas reformistas, que legitimen su consumo sería una vía cómoda de pensamiento y actuación, pero es una respuesta sencilla y propia de la ciudadanía que solo busca crear letanías que apacigüen su malestar de manera indirecta.

Ahora bien, la FIAKA al estar pensada como un llamado a re-impulsar el deseo por la revuelta y la desobediencia, potenciándonos individualmente en un encuentro colectivo fuera de la mancha urbana, no creemos necesario la ingesta de ninguna sustancia que nos disocie de esta experiencia. El apostar por un encuentro fuera de las mismas lógicas de lo que se pudiese esperar de la ciudad, también es una forma de confrontación a la realidad de violencia que pareciera ahogarnos.

Zarpar y navegar en la tempestad a ciegas es algo propio del devenir ético anarquista que en los últimos años se ha ofuscado por la comodidad que ofrece la urbe, el Estado y el capital. Un bar, una cantina, una pulquería, una escuela, un centro social/cultural financiado instituciones públicas o inversionistas particulares, jamás podrá ser fuente de desobediencia, a lo más, será una pantomima y solo en algunos momentos, como dentro de una toma o encuentro particular, podrá devenir subversiva.

Por tanto, sin caer en un dogmatismo, sectarismo y sobre todo en un moralismo cuasi cristiano, invitamos a que quien quiera sumarse a la FIAKA a no consumir sustancias de este tipo durante el encuentro. Si por el contrario, su impulso y vitalidad recae en la ingesta de estas para la inmanencia de su ser, le recomendamos se quede en la ciudad a continuar con su cotidianidad y nos espere a nuestro regreso.

FIAKA 2024. Xalapa, Ver.

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